Cuando se habla de las trabajadoras sexuales, que se refiere a las mujeres de la calle, a las “magdalenas” como me gusta llamarlas, no prostitutas, cuando se hablan de ellas yo me resisto a que se les dé ese nombre porque en el trabajo pastoral, en la experiencia diaria de hace muchos años, cuántas de ellas son fruto del tráfico sexual. Cuántas veces he conocido mujeres que, engañadas, han entrado en ese tráfico; y más que trabajadoras, muchas de ellas son esclavas y han caído en eso talvez por necesidad. No sé cuáles son libres o han entrado con toda libertad, lo que sí yo sé es que no todas hacen este trabajo libremente. Y llamarlas trabajadoras sexuales sería un eufemismo, por eso, yo no sé cuando veo a una de las mujeres de la calle si ha entrado libremente, si es fruto del tráfico, si es una esclava, una prisionera de esa red en la que está metida; de todas maneras he aprendido de Jesucristo la lección, ha decirle: “No estamos de acuerdo con lo que te haces, pero sí te amamos y…
