La Recording Industry Association of America, ha dado a conocer a través de Michèle Ballantyne, directora de operaciones de esa institución que: “El auge de la música latina continúa, lo que impulsa el mercado general de música, y el año pasado se reportaron los más altos ingresos de la historia: $886 millones. Con un incremento de 35%, que supera de lejos la tasa general de aumento de ingresos de música grabada, la música latina tiene una acogida histórica entre los aficionados. En un año en que Bad Bunny fue el artista con más streams en el mundo, estrellas como Becky G y Anitta produjeron un éxito tras otro, y las audiencias acudieron alegremente a conciertos en estadios donde predominó lo latino cuando se empezaron a ofrecer actuaciones en vivo, los equipos latinos de disqueras y los artistas latinos siguen remontándose a nuevos niveles”.
“RIAA se enorgullece de celebrar la influencia cultural y el éxito creativo y comercial de la música latina que refleja este informe, y felicita a los talentosísimos artistas y equipos de disqueras que nos dieron tanto en 2021” , agrega Ballantyne.
En medio de ese entusiasmo, The New York Times, que casi nunca se ha referido a la música latina que no sea urbana, tiene a bien (o a mal) dedicar una portada a Tokischa quien es mucho más fenómeno internacional que nacional. El otro artículo más reciente es sobre la brasileña Anitta. Antes el adiós a la música de Daddy Yankee. Rosalía. Dos artículos dedicados a Dudamel. Otro artículo en 2019 sobre la salsa boricua y en 2013 uno titulado “A Dominican Force in Latin Jazz”.
¿Por qué Tokischa?
Interesa de Tokischa no precisamente su propuesta musical, no su aporte -si los tuviese- a la música. Interesa de Tokischa su agresiva manera de enrostrar su sexualidad. O sea lo controversial, lo amarillista. Algo que realmente se debe al concepto desarrollado por Raymi Paulus, su brillante productor, su manager. Algo que él pudo haber hecho con cualquier otra joven.
Habla el artículo de NYT sobre la infancia de Tokischa, su madre que la abandona, su padre en la cárcel, su paso conflictivo por la escuela. Habla sobre sus experiencias vendiendo su cuerpo a viejos americanos con dinero y luego en OnlyFans. Habla de sus experiencias sexuales. Y de su estilo resumido de este modo “un gemido inconfundible, agudo y tímido que rezuma sexo y permite que sus raps diabólicos y sensuales aterricen con precisión”. A falta de información, casabe -existe vida más allá de las redes y de la música urbana-, porque eso mismo ya lo había hecho 60 años atrás La Lupe, pero con más entrega, con más profundidad y sí, con una propuesta musical que aun hoy se escucha: “Según tu punto de vista / yo soy la mala”, cantando aquello de Tite Curet Alonso, entre otras.
Habla el NYT de la ‘popola’ como un logro cultural. De que ha grabado con J Balvin y Rosalía. Dicho sea de paso, desde entonces a J Balvin peor no le ha podido ir. Rosalía es demasiado Rosalía. Desde el artículo la llaman agitadora. Del articulo saco estas palabras de Tokischa: “No tener miedo de expresar mi sexualidad, mi forma de pensar, es algo hermoso”. Sin dudas lo es.
Sin embargo, Tokischa es más esclava sexual que nunca. Y como tal será tirada a un lado en algún momento. La industria musical se recuesta en lo extra-artístico, en lo que no tiene que ver con la música, en su problemática íntima, y su modo de ver la vida, para ponerla sobre relieve como el gran descubrimiento dominicano. La paradoja es que en cambio no hay espacio para un poeta como Damn Goldo, que expresa su manera de asumir el amor y el sexo, mediante un lirismo de una frescura absoluta y novedosa, tanto desde el punto de vista de letra como musical. Para ese no hay espacio. O a Melymel que es una rapera fabulosa que sí canta y sabe moverse en temas más allá de la sexualidad, o a Gaudy Mercy, una excelente rapera que aborda con valentía temas sociales y feministas. En ellos sí hay valores culturales y artísticos de mayor trascendencia.
Pero no. Ahora le llaman cultura a todo lo que sea romper los cimientos de una civilización que está rumbo a la extinción. Imponer cánones de factura comercial basados en el escándalo, sobre todo de tipo sexual. Donde muchas de las mujeres que se dedican a la música urbana en una supuesta liberación sexual, son más esclavas del sexo que nunca.