Jesucristo quiso despedirse formalmente de sus discípulos, al concluir su vida terrenal, con un banquete especial. Lo hizo el día anterior al inicio de su pasión y muerte. A ese día llamamos hoy Jueves Santo. Era un día muy especial para los judíos. Día de la Fiesta Nacional en la que se conmemoraba y celebraba la “Pasja” (la Pascua), el paso de la esclavitud y vergüenza a la soberanía y orgullo nacional. Era una cena ritual que debía celebrarse con toda clase de pormenores llenos de simbolismo. En el designio divino esa cena pascual encerraba anticipadamente un simbolismo: el tránsito definitivo (Pasja significa paso, tránsito de una situación a otra) de la humanidad de su condición de simple criatura de Dios a partícipe de la vida divina, de la condición de esclavitud al pecado a la de la dignidad del misterio de la gracia divina, en virtud de la muerte y resurrección de Cristo. El marco, pues, de aquella cena emotiva estaba llena de sentido y de misterioso simbolismo y, rebasando…