La diplomacia como instrumento de ejecución por excelencia de la política exterior del Estado, es una actividad cuya eficacia, “desde épocas muy remotas, ha requerido de un manejo inteligente, cuidadoso y oportuno” (B. Ruiz). En modo alguno la diplomacia podría consistir en un simple “intercambio gratuito de palabras y procedimientos amables”. Es mucho más que eso, es en esencia “la aplicación de la inteligencia y el tacto a la conducción de las relaciones entre los Estados” (E. Satow). Consecuentemente, el diplomático debe ser un eficiente negociador y, conforme a requerimientos contemporáneos, un eficaz promotor comercial, entre otras funciones inherentes a sus responsabilidades.A diferencia de otros sistemas de comunicación, la “red diplomática” por su carácter no puede ser neutra, está al servicio de los respectivos intereses, de competencias e incluso ocasionalmente de rivalidades; sobre todo, está a la disposición, convenientemente, de la conciliación de intereses. En tal cont…