La ciudad nos habla de ruidos insufribles, tráfico intenso, prisas desenfrenadas… En medio de tanta agitación, necesitamos espacios de paz, de serenidad, de descanso que nos permitan pensar, meditar, contemplar.Un oasis personal es un paraje, en el que podemos encontrar el silencio del corazón, la quietud del espíritu, que nos permita abrir los ojos para contemplar los bellísimos paisajes de una existencia provechosa y feliz. No conviene, por supuesto, fomentar un cúmulo de pensamientos alocados ni un alud de sentimientos negativos que nos lleva indefectiblemente hacia los pozos oscuros del fracaso. En nuestro propio interior podemos encontrarnos con nosotros mismos, descubrir la propia identidad, y advertir la presencia insondable de un Dios que nos quiere y que da sentido a nuestro ser y a nuestro quehacer.Es preciso comenzar las tareas del día con buen ánimo y mejores propósitos. Pero, a la vez, se hace preciso evitar una labor excesivamente agitada, romper el dinamismo agobiante…
