Desde que el Banco Central implementó la muy acertada política para que las tasas bancarias se ofertaran en un nivel que permitiera más acceso al crédito, me dije que había que ser mago para mantener un equilibrio tal, de manera que esa presión a las tasas activa y pasiva de los bancos, no afectara la siempre peligrosa tasa del dólar. Porque es lógico que, si se desincentiva el ahorro local, a pesar de que la banca internacional no ofrece tasas atractivas para el dólar, muchos capitales ociosos se inclinarían a protegerse en esa moneda. Quizás fuera más prudente no halar demasiado hacia la baja de las tasas en pesos, para que el Banco Central no se vea obligado a mermar con frecuencia sus reservas en moneda dura, con el fin de tratar de controlar alzas que, generalmente, son más nerviosas que otra cosa, creando una espiral en sí misma. Con la última reducción de 0.75 ordenada por el BC y la liberación de veinte mil millones de pesos, por un lado, y nueve mil por el otro, en un país…