Aquella obra pictórica tiene la gravitación del pincel y de la historia; está cargada de futuro, de simiente. Su homenaje al poeta haitiano Jacques Viau, inmolado en la vieja cuesta de Villa Francisca, defendiendo la bandera dominicana, es una concentración de belleza. En el cuadro, Silvano, procuró la arcilla y los colores, diseminó a Jacques entre gritos y hados. Estatuyó ciclos giratorios donde el amor derrota la muerte. Llenó el espacio de la luz con lanzas y fusiles, trasegó los cielos y los volvió a llenar de sueños frescos, de estampas y dibujos donde el corte lineal del rostro de Jacques asumía el escondite bermejo del ámbar y la sangre. ¿Dónde Jacques, dónde, te creó de nuevo Silvano, para que reanudaras la memoria, para que te alzaras solícito en una cumbre de soles insulares? En la obra, como en el poema de Juan José Ayuso, pasa Jacques montado en una estrella, abriendo un surco claro para que el sueño quepa. Veo a Silvano en tiempo presente, su diestra mano se despl…
