En su obra autobiográfica “Confesiones”, San Agustín relata cómo su madre intercedía con vehemencia por él, que entonces era un descarriado pecador, a fin de que se arrepintiera y se convirtiera a la fe cristiana. Narra que Mónica no cesaba de orar y llorar por su conversión, de ayunar y velar, de rogar a los miembros del clero que lo persuadieran y le mostrasen el camino de la verdad. Una vez la madre le pidió a un obispo que hablase con Agustín algunos temas de la fe, que refutara sus errores, que le enseñara de nuevo la verdad sobre el bien y el mal. El obispo no quiso hacerlo. Adujo que el joven rebelde no estaba maduro para esas enseñanzas. ‘Sin embargo ñprosiguió el prelado-, déjelo tranquilo. Simplemente ore al Señor por él: él mismo descubrirá por medio de la lectura en qué consiste el errorÖ”.Naturalmente, la madre no quedó satisfecha; y le rogó con reiteradas súplicas y mares de lágrimas que lo viera y conversara con él.El obispo, perdiendo la paciencia, le dijo: “No …