Aveces los adultos hablan demasiado y se olvidan que lo que cambia el mundo no son las opiniones sino las actitudes: los jóvenes rehúyen los sermones, pero absorben y asimilan muy bien los ejemplos.Los jóvenes quieren hoy hacerse presentes en las fronteras del mundo, en los enclaves de la vida. Levantan la cabeza para ver todo cuanto hay en el horizonte social y desean responsabilizarse de todo cuanto sucede en cada rincón del mundo. Los jóvenes son para la Iglesia el viento que mueve las estructuras conocidas e instaladas, tantas veces caducas, para buscar nuevos horizontes de acuerdo a las necesidades de esta época. Es preciso salir de nosotros mismos para ubicarnos en un mundo plural, rico y repleto de dones. Debemos contagiarnos de la intrepidez y decisión de los jóvenes comprometidos que desean cambiar el mundo. No es cierto que los jóvenes solamente se unan para compartir gustos musicales, ni culturas, ni lenguas. También les mueve y motiva la fe apasionante y apasionada en Cr…