A Raphael Díaz, artista y gran amigo.La República Dominicana está en un importante momento: una generación de grandes aportes cierra su ciclo vital y grupal dejando, con cada día transcurrido, el escenario al refulgir de nuevas propuestas.Lo bueno es que las hay. Persistieron, eclipsadas bajo el sol sin sombra de esas cuasi deidades que emergieron en los años sesenta.Fue una transición larga. Inmisericorde, incluso. Si es que hubo transición alguna. Eso impone estar abiertos a las rupturas. A aceptar nuevos liderazgos estéticos. Dignos relevos de aquellos caracterizados por saber pensar, imaginar y obrar.Hoy los años imponen su peso inexorable sobre los cultores de unos aportes que las sociedades perdidas en los días de sus gestaciones socio-económicas sucesivas, variantes e inconclusas no tienen la tranquilidad para aquilatar; ni para otorgar a sus artistas la dimensión que les corresponde por la calidad de sus visiones; menos para subirlos al pedestal desde donde se rinde culto a …