Envuelta en los grises tules del pasado cada cierto tiempo, la nostalgia sale de ronda. Exhibe sus invisibles rasgos de melancolía. Otros días su sensación del mundo es más azul y viste de añoranza. Nadie nunca sabe de sus cuitas o los momentos de sus visitas. Es más presente cuando forzosamente nos alejamos por largo tiempo de todo lo vivido y apreciado. Las mayores visitas son a la casa de nuestra cultura, gusta desplegar los olores de nuestros sazones y entremezclar platos en la habitación de las comidas; duerme la siesta en la alcoba de los amores; baila en la sala de la música y disfruta en la pantalla ideal con todos nuestros juegos. En algunos casos la nostalgia nos produce ensoñación. Nos quedamos quietos y los ojos se van en descanso. La respiración se aletarga y el corazón late con los pies descalzos. Quizás nos estacionemos en un solo momento o rostro. Es un cine mudo sin colores ni entorno. Quedamos tiesos acurrucados en ese hueco sin domicilio que viola el e…