De cientos de correspondencias que recibo cada día, prefiero quedarme con aquellas que aportan algo, así sean críticas por las cosas que digo… O que callo, que casi siempre son mucho más.Me he acostumbrado a tener siempre repleto el zafacón digital. Y ya hasta soy capaz de distinguir al vuelo el aporte del insulto que llega sutilmente enmascarado en aparente derecho a réplica.Por lo general trato de evadir la camorra, en la mejor aplicación del término, convencido de que la verdad es sólo una y siempre se impone a la descalificación y a la mentira.Ese decálogo de comportamiento ético, que sigue más allá de lo entendible, es lo que me ha creado la coraza para recibir, sin inmutarme siquiera, todos los infundios, envidias, celos y malquerencias de los filibusteros del periodismo o de los grupos de farsantes de la “sociedad civil” que encaro cada día con las cosas que escribo.Tengo por hábito no responder necedades, pero me animo hoy a tocar el tema porque una distinguida e inteligen…