September 21, 2024
Aquella vez
Josías Pedaías desde hace más de veinticinco años es un fiel asistente a la misa diaria. Una vez terminadas de leer las lecturas correspondientes a esa mañana de domingo, sintió como nunca un deseo grande de hacer un comentario a la Palabra de Dios. Podría decirse, que casi se vio tentado a pararse y pedirle al sacerdote que le permitiera pronunciar la homilía. Recapacitó y volvió a la realidad, ya que la homilía está reservada sólo para el sacerdote. Las cuatro lecturas de ese día eran las siguientes: Sabiduría 2, 12.17.20; Salmo 53; Santiago 3, 16; 4,3, y Marcos 9, 30-37. Estas se ajustaban perfectamente a las injustas acusaciones que había sido objeto un amigo suyo de parte de unos supuestos seguidores de Jesús. Se conformó entonces por hacer estos comentarios en la intimidad de su conciencia. Mentalmente ordenó las lecturas con el siguiente resultado: “Acechar al justo que resulta incómodoÖ el Señor sostiene mi vidaÖ donde hay envidias y rivalidades hay desorden y toda clase d...

Josías Pedaías desde hace más de veinticinco años es un fiel asistente a la misa diaria. Una vez terminadas de leer las lecturas correspondientes a esa mañana de domingo, sintió como nunca un deseo grande de hacer un comentario a la Palabra de Dios. Podría decirse, que casi se vio tentado a pararse y pedirle al sacerdote que le permitiera pronunciar la homilía. Recapacitó y volvió a la realidad, ya que la homilía está reservada sólo para el sacerdote. Las cuatro lecturas de ese día eran las siguientes: Sabiduría 2, 12.17.20; Salmo 53; Santiago 3, 16; 4,3, y Marcos 9, 30-37. Estas se ajustaban perfectamente a las injustas acusaciones que había sido objeto un amigo suyo de parte de unos supuestos seguidores de Jesús. Se conformó entonces por hacer estos comentarios en la intimidad de su conciencia. Mentalmente ordenó las lecturas con el siguiente resultado: “Acechar al justo que resulta incómodoÖ el Señor sostiene mi vidaÖ donde hay envidias y rivalidades hay desorden y toda clase d…