La crisis económica mundial hizo sus pininos en los ochenta del pasado siglo. En 1998 mostró su rostro sin velamen de recesión y exclusiones. Entonces el mundo venía seducido por el más radical liberalismo. Keynes rodó y las nociones del buen gobernar se presentaron como inválidas o muy relativas; se abjuró de las previsiones sobre balanzas de pago en equilibrio. En tanto, “Los Tígueres Asiáticos” se robustecían, amparados en lo contrario: metales preciosos y exportaciones de todo tipo. Simultáneamente, en sus territorios la educación se expandía, alcanzaba niveles sorprendentes de calidad y eficiencia. La educación en Occidente, en cambio, sucumbía a un modelo utilitarista orientado a lo “productivo”. Un gran signo de duda rodeó la explicación del desarrollo de la calidad educativa. Llegaron sucesivas reformas. Desde The Economist a las Think tanks. Iban y venían. Planes Decenales, por doquier. La educación había caído presa de paradigmas extraños. De sector enraizado en valores, c…