Nueva York.— Cundía el pánico cuando un novillo irrumpía las cotidianidades de nuestro batey, esa porción de tierra rodeada de cañaverales por todas partes donde me crié, el Ingenio Consuelo.Al arrearlos hacia los corrales, algunos abandonaban la manada, atacaban parroquianos y causaban muchísimos destrozos; debíamos encomendarnos a Dios, Jorgito, Pallé y Bibí.Nuestros“bueyeros” eran veraderos héroes, sus lazos certeros enlazaban y conducían al novillo prófugo a los corrales.Ahí los capaban transformándo toros adolescentes en bueyes, fuertes como toros, dóciles como corderos.Servían para tirar carretas de caña; cuando ya no podían más, los cruzaban por el matadero y nos lo comíamos.Hace poco, un toro suelto causó más daños que una manada de novillos “lebentes”, o un elefante en una cristalería. El toro de lidia murciano que simboliza Wall Street, debe pesar más de 1,500 libras, lo dejaron suelto. Destruyó millones de vidas, arruinando otras tantas.En su corrida de “libre empresa y d…
